domingo, 9 de noviembre de 2014

USA: 15 millones de documentos secretos al año

Michael Evans lleva 14 años como analista del Archivo de Seguridad Nacional en Washington, una ONG que trabaja por la desclasificación de documentos secretos sobre las políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. Gracias a su trabajo, unos 2.300 archivos confidenciales elaborados por distintas agencias estadounidenses han sido revelados. Los esfuerzos de esta organización han representado una especie de bitácora sobre cómo nos ha venido observando Estados Unidos en las últimas cuatro décadas. Evans, uno de los invitados al Seminario Internacional de Archivos para la Paz, organizado por el Centro de Memoria Histórica.

¿Por qué se dedicó al oficio de desandar la historia?

Para mí es el trabajo ideal, pues siempre me ha fascinado la paradoja fundamental de Estados Unidos, un país que se ve como un modelo de democracia abierta, pero que crea algo así como 15 millones de nuevos registros secretos cada año. Probablemente muchos más que prácticamente todos los demás países del mundo juntos. Y eso representa un enorme gasto de unos US$7 billones cada año.

De todos los documentos desclasificados sobre las políticas de EE.UU. y Colombia, ¿cuáles lo han impactado más y por qué?

Los papeles sobre la multinacional Chiquita Brands son lo que más me fascinan en este momento. Nuestras peticiones de Freedom of Information Act (FOIA), así como una demanda ante una corte federal para obtener los documentos relacionados con los pagos ilegales de Chiquita a los insurgentes y los paramilitares en Colombia, han generado una enorme colección de documentos de la empresa bananera en EE.UU. Aquí por primera vez nos involucramos en una petición en la que Chiquita trató de impedir que consiguiéramos las 9.000 páginas más sensibles de esa colección. Descubrimos gran cantidad de información acerca de la complicada red de empresas privadas, funcionarios del Gobierno, las fuerzas de seguridad y el crimen organizado que facilitaban y fomentaban estas relaciones. Pero apenas empezamos a arañar la superficie.
¿Por qué se interesó tanto por el caso Colombia?
Con el Plan Colombia (1999), EE.UU. plantó sus pies firmemente en territorio colombiano y adquirió una cierta responsabilidad en el conflicto. Y, sin embargo, la mayoría en EE.UU. no sabía nada sobre Colombia, muy a pesar de que este fuera el tercer mayor receptor de asistencia de seguridad de EE.UU. Con el tiempo, mi energía en este proyecto se ha centrado en el tremendo número de violaciones de derechos humanos que hemos visto. Colombia es un país muy triste e interesante en ese sentido. Y, sin embargo, entre más lo conozco, más me encanta.
¿Cómo define la relación que ha tenido Colombia con respecto a las políticas de Estados Unidos?
Las políticas de drogas de EE.UU. han tenido un impacto enorme y en su mayoría negativo en Colombia. En mi opinión, EE.UU. ha ofrecido la promesa de dinero, entrenamiento, inteligencia y otros recursos para extraer distintos tipos de concesiones por parte de los colombianos: más extradiciones o políticas de drogas más militarizadas. El carácter de esa lucha ha cambiado mucho, dependiendo de quién estuviera en el poder. La época que más me interesa es la de finales de la década de los 70, cuando el aumento de poderosos carteles de la droga coincidió con el auge de la llamada guerra contra las drogas de EE.UU. y de sus políticas sobre derechos humanos. En Colombia, estas tendencias coincidieron como una tormenta perfecta.

¿Cómo fue esa incidencia estadounidense sobre las políticas de Colombia?

Es importante que la gente entienda también las limitaciones de la influencia de EE.UU. en Colombia. Uno de los beneficios de una colección desclasificada como esta es que se aprende mucho sobre lo que está pasando dentro de la política colombiana y, en especial, sobre la guerrilla, los paramilitares y los narcotraficantes. Hubo un muy alto nivel de interés en la comprensión de estos actores, quiénes eran, cuáles fueron o son sus aliados y si estaban dentro del gobierno y de las fuerzas de seguridad.

¿Cómo pueden usarse estos documentos desclasificados, con más de 40 años archivados, para reconstruir memoria?
No tendríamos que esperar 30 años para poder acceder a la información más importante, sobre todo la relacionada con violaciones de los derechos humanos. Pero desde la aprobación de la nueva ley de acceso a la información en Colombia, ahora tenemos la oportunidad de forzar al gobierno colombiano para liberar este tipo de información. Y eso es muy emocionante. En cualquier caso, los documentos, aún 30 años después, pueden contribuir a la reconstrucción de la memoria histórica en la medida en que nos explican esa cadena de eventos que prepararon el escenario para todo lo que vino después.

¿Cuáles son las principales dificultades de leer estos documentos desclasificados?
El mayor problema es conseguirlos. A muchas agencias de inteligencia de EE.UU. se les permite negarse a decir si la información existe o no. A menudo sólo se pueden conseguir partes de los documentos, por lo que tienes que aprender a leer entre líneas. Pero el mayor reto es ser capaz de comprender cómo funcionan las agencias de seguridad nacional de EE.UU. Más allá de eso, es necesario comprender las políticas particulares que tratan los archivos y todo el elenco de personajes: los funcionarios de gobiernos extranjeros, jefes paramilitares y grupos guerrilleros que aparecen allí.
El fenómeno Wikileaks reveló que las distintas embajadas de Estados Unidos, al tiempo que manejan la diplomacia, también se comportaron como espías. ¿Tiene usted esa misma percepción?
Sí, en el sentido de que prácticamente la totalidad de las agencias estadounidenses que trabajan fuera de las embajadas de Estados Unidos están en constante recopilación y presentación de información sobre ese país. Eso no debería sorprender a nadie. La CIA opera en embajadas de Estados Unidos en todo el mundo y a veces usan como máscara la diplomacia. Además, la agencia antidrogas DEA tiene una enorme presencia en Colombia y opera un programa de escuchas telefónicas sofisticado. Eso fue conocido mucho antes de que existiera Wikileaks.
¿Qué opinión tiene de Julian Assange?
Creo que Assange y Wikileaks tienen todo el derecho de publicar la información que se les da sobre el comportamiento criminal por parte de funcionarios públicos. Pero probablemente pudieron haber tenido un poco más de cuidado con el material que liberaron, actuar de manera más responsable, en lugar de sólo publicar toda la colección de cables diplomáticos. Es un hecho que el gobierno de EE.UU. clasifica demasiada información. Esto significa que se vuelve aún más difícil diferenciar qué es lo verdaderamente sensible y qué no. Es importante recordar que hay limitaciones reales a lo que Wikileaks ha contribuido. Esos cables del Departamento de Estado son importantes fuentes de información, pero falta mucho, hay todavía un vasto océano de información clasificada importante en las bóvedas del Gobierno.

Según su conocimiento sobre el conflicto colombiano, ¿cree que los máximos jefes de las FARC terminarán extraditados en EE.UU.?

Esa es la gran pregunta, ¿no es así? Si la historia sirve de guía, EE.UU. insistirá en la extradición de los líderes de las FARC relacionados con el tráfico de drogas o con los responsables de secuestros o asesinatos de ciudadanos estadounidenses.

¿Ve viable el proceso de paz con las FARC?
Las cosas parecen más esperanzadoras ahora que en el pasado, así que yo diría que es viable. Pero esto es Colombia, por lo que hay muchas razones para ser escéptico.

¿Qué explica que tantos narcotraficantes hubiesen caído uno tras otro en Colombia y en el resto de Latinoamérica y, sin embargo, el negocio siga tan próspero y saludable?

Es una combinación de sencilla economía de la oferta y la demanda, combinada con la extrema pobreza, el subdesarrollo y las políticas de drogas inadecuadas. Una combinación muy peligrosa.

 Finalmente, ¿cuáles archivos entregará usted al Centro de Memoria Histórica y por qué?

Esta es la historia secreta y compartida de EE.UU. y Colombia, el resultado de 15 años de investigación y miles de solicitudes de FOIA. El pueblo de Colombia tiene el derecho de saber cómo y por qué su país ha sido tan desgarrado por los conflictos, y esas respuestas no están fluyendo fácilmente a partir de los archivos de su propio aparato militar y de inteligencia. Dadas las circunstancias, lo mejor que podemos hacer es aprovechar el vasto océano de información en poder de las agencias de seguridad de EE.UU. Espero que esta colección pueda darles a los colombianos una imagen más completa del conflicto que ha asolado el país durante tanto tiempo.

The Guantanamo Secret Files


En la nueva revelación de documentos clasificados de Estados Unidos, Wikileaks saca a luz la verdad del evidente ícono de la Administración de Bush y su "Guerra contra el terror" — la prisión en la bahía de Guantánamo, Cuba, que abrió sus puertas el 11 de Enero de 2002 y que hoy permanece aún abierta, en la Administración del Presidente Obama, a pesar de las fallidas promesas de cerrar tan criticado lugar en el primer año de su gobierno.

En miles de páginas de documentos que abarcan desde el año 2002 al 2008, nunca antes vistos por los medios y el público en general, los casos de la mayoría de los prisioneros detenidos en Guantánamo - 765 de un total de 779 - son descritos en detalle en los memorandos que Fuerza de Tarea Conjunta en la Bahía de Guantánamo ( JTF-GTMO por sus siglas en inglés) enviara al Comado Sur de los Estados Unidos, en Miami, Florida.

Estos memorandos, que contienen las recomendaciones de la JTF-GTMO sobre circunstancias como si los prisioneros en cuestión debían continuar detenidos o podían ser liberados (más bien transferidos hacia sus países de origen o a otros gobiernos) aportan cuantiosa y crucial información, nunca antes revelada al público, por ejemplo, evaluaciones de la salud de los prisioneros y en el caso de la mayoría de los 172 prisioneros que aún permanecen detenidos, aportan fotografías (que en su mayoría salen a la luz por primera vez).

Los documents también aportan información de los 201 prisoneros que salieron de Guantánamo entre 2002 y 2004, la cual, a diferencia de la información de los demás prisioneros (resúmenes de la evidencia y transcripciones de los tribunales, que se harían públicos como resultado de la solicitud judicial interpuesta por distintas agrupaciones de periodistas en 2006), nunca antes se ha hecho pública.

La mayoría de los documentos revelan deplorables niveles de incompentencia bastante familiares para los expertos que han estudiado a la prisión de Guantánamo con detenimiento. Allí, hombres inocentes están detenidos por error (o como consecuencia de las jugosas recompensas ofrecidas por Estados Unidos a los aliados a cambio de sospechosos que puedieran pertenecer a al-Qaeda o a los talibanes). También permanecen allí numerosos soldados de rango militar insignificante, reclutados forzosamente por los talibanes en Afganistán y Pakistán.

Más allá de los casos que no se conocían con anterioridad, los documentos también sacan a luz las historias de otros 399 prisioneros que salieron de Guantánamo desde Septiembre de 2004 hasta el día de hoy y de siete hombres que murieron en prisión.

Los memos aparecen firmados por el Comandante de Guantánamo y califican a los prisioneros en cuestión como de bajo, mediano o alto riesgo. Aunque dicha clasificación no es concluyente sobre si un prisionero debía ser trasladado hacia otra ubicación, ya que las decisiones de taslado se tomaban en un nivel de comando más alto, representan no solo las opiniones de la JTF-GTMO sino también de la Fuerza de Tarea de Investigación Criminal, creada por el Departamento de Defensa para conducir las interrogaciones de la “Guerra contra el Terror” y también de los BSCTs, los equipos científicos de comportamiento humano conformados por psicólogos, que tenían la última palabra para determinar el abuso al que los prisioneros eran sometidos al ser interrogados.

Es crucial mencionar que los documentos también aportan información detallada de la inteligencia usada para justificar la detención de los prisioneros. Para muchos lectores esta será la sección más fascinante de los documentos, ya que ofrece una visión extraordinaria de la labor de inteligencia de los Estados Unidos, pero hay que advertir que aunque muchos de los documentos claman y prometen prueba de la asociación de los prisioneros con al-Qaeda u otras organizaciones terroristas, se requiere extrema cautela al analizarlos.

Los documentos aportan las aseveraciones de testigos - en la mayoría de casos, de los mismos compañeros de prisión - cuyas declaraciones son poco confiables, o bien por haber sido obtenidas por medio de métodos de tortura u otras formas de coerción (algunas veces no en la propia Guantánamo, sino que en diversas prisiones secretas manejadas por la CIA) o porque aportan testimonios falsos para tratar de asegurar un mejor tratamiento en Guantánamo.

Aparecen de forma regular en todos los documentos una serie de testigos cuyas palabras deben considerarse “poco fiables”, incluyen los siguientes detenidos de “alto valor” o prisioneros fantasmas.

Por favor note que el ISN y el número entre paréntesis que sigue los nombres de los prisioneros se refiere a la abreviatura del Número Serial de Reclusión por medio del cual los prisioneros son identificados mientras se encuentran en custodia de las autoridades de los Estados Unidos en conflictos armados.

Abu Zubaydah (ISN 10016), el supuesto detenido de “alto valor” secuestrado en Pakistán en Marzo de 2002, quien pasó cuatro años y medio detenido en prisiones secretas de la CIA, incluyendo facilidades ubicadas en Tailandia y Polonia. Abu Zubaydah fue sometido a la técnica de tortura conocida como “submarino” (“waterboarding” en inglés), una forma controlada de asfixia por ahogamiento, en 83 distintas ocasiones mientras se encontraba bajo la custodia de la CIA en Agosto de 2002. Abu Zubaydah fue trasladado a Guantánamo junto con otros 13 detenidos de “alto valor” en Septiembre de 2006.

A Ibn al-Shaykh al-Libi (ISN 212), el emir de un campo de entrenamiento militar del cual Abu Zubaydahera el portero, y quien, a pesar de que su campo de entrenamiento fuera cerrado por los talibanes en el año 2000, al rechazar que éste fuera tomado por al-Qaeda, lo describen los documentos como un comandante militar de Osama bin Laden en Tora Bora.

Inmediatamente después de su captura en Diciembre de 2001, al-Libi fue entregado por la CIA a Egypto, donde. luego de ser sometido a tortura, confesó falsamente que efectivos de al-Qaeda habían sostenido reuniones y discusiones con Saddam Hussein para obtener armas químicas y armas biológicas. Aunque Al-Libi se retractó de dicha mentira, fue esa información falsa la que usara la Administración Bush para justificar la invasión a Irak en Marzo de 2003. Al-Libi nunca fue enviado a Guantánamo, aunque en algún momento, probablemente en 2006, la CIA lo envió de vuelta Libia,donde fue encarcelado y donde murió, a causa de un aparente suicidio, en Mayo de 2009.

Sharqawi Abdu Ali al-Hajj (ISN 1457), un ciudadano yemení, también conocido como Riyadh “El Facilitador”, quien fue capturado en una redada domiciliaria en Pakistán, en Febrero de 2002, y lo describen como “un facilitador de al-Qaeda”. Después de su captura fue transferido a una prisión para tortura que el Estado de Jordania opera para la CIA, donde permaneció cerca de dos años, para luego permanecer detenido en facilidades estadounidenses en Afganistán. Lo enviaron hacia Guantánamo en Septiembre de 2004.

Sanad Yislam al-Kazimi (ISN 1453), un yemení, quien fue secuestrado en los Emiratos Árabes Unidos en Enero de 2003 y después retenido en tres distintas prisiones secretas, que incluyen la “Prisión Oscura” cerca de Kabul y otra prisión dentro de las facilidades de la Base Aérea de Bagram. En Febrero de 2010, el Juez Henry H. Kennedy Jr. de la Corte Distrital de Washington D.C. concedió la petición de habeas corpus del prisionero yemení Uthman Abdul Rahim Mohammed Uthman, en gran parte por su rechazo a aceptar el testimonio ofrecido por Sharqawi al-Hajj o Sanad al-Kazimi. El Juez se expresó así: "La Corte no fallará basándose en los testimonios de Hajj or Kazimi porque existe evidencia irrefutable que consta en autos, que en el momento en el que declararon, al ser interrogados, ambos hombres habían sido torturados”.

Otros incluyen a Ahmed Khalfan Ghailani (ISN 10012) y Walid bin Attash (ISN 10014), dos de los detenidos de “alto valor” transferidos a Guantánamo en Septiembre de 2006, después de haber permanecido cautivos en prisiones secretas de la CIA.

Otros testigos poco fiables, cuyas declaraciones fueron recogidas en Guantánamo durante su detención, incluyen:

A Yasim Basardah (ISN 252), un yemení, conocido por sus declaraciones falsas, tal como el Washington Post lo reportara en Febrero de 2009, le fue dado un trato preferencial en Guantánamo, al convertirse en lo que algunos oficiales consideraron un importante informante, aunque existieran muchas razones para no fiarse de él. Como observara el Washington Post “oficiales militares... expresaron sus reservas de la credibilidad de su testigo estrella desde el año 2004” y en el año 2006, un artículo para el National Journal, Corine Hegland describió cómo, después de un Tribunal Revisor del Status de los Combatientes a cuyo procedimiento recurrió un prisionero que había excepcionalmente ubicado en un campo de entrenamiento aún antes que éste llegara a Afganistán, por información facilitada por Basardah; el representante personal de éste (un oficial militar que le fue asignado, en lugar de un abogado) investigó el expediente de Basardah y descubrió que éste había formulado acusaciones similares contra otros 60 prisioneros. En enero de 2009, en la Corte Distrital de Washington DC, Richard Leon (nombrado por George W. Bush) excluyó el testimonio de Basardah al declarar procedente el recurso de habeas corpus a favor de Mohammed El-Gharani, un nacional de Chad que tenía solamente catorce años cuando fue capturado en un redada a una mezquita en Pakistán.

El Juez Leon notó que el gobierno le “advirtió de forma específica para no fiarse de sus declaraciones sin una corroboración independiente de los hechos” y en otros casos que siguieron otros jueces reiteraron el precedente, desacreditando aún más al testigo estrella.

Mohammed al-Qahtani (ISN 063), un nacional de Arabia Saudita, considerado como el planificador número veinte de los ataques de 11 de Septiembre, fue sometido a un programa específico de tortura en Guantánamo, aprobado por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Este programa consistía de veinte horas de interrogaciones diarias, durante un período de varios meses, y otros muchos métodos mejorados para interrogar, los cuales dañaron seriamente su salud. Variaciones de dichas técnicas luego se practicaron en otros prisioneros en Guantanamo (y a Abu Ghraib), y así fue que en Enero de 2009, justo antes que George W. Bush dejara el poder, Susan Crawford, una Juez retirada, amiga de Dick Cheney y de David Addington, a la que nombraron como observadora de las comisiones militares que actuaban de forma conjunta en Guantánamo, expresó a Bob Woodward su rechazo a presentar cargos contra al-Qahtani, por los motivos acá citados y que la Juez Crawford expresara: "Nosotros torturamos a Qahtani. El trato al que fue sometido cumple con la definición legal de tortura”. Como consecuencia, sus numerosas declaraciones acerca de otros prisioneros debían considerarse sin valor alguno.

Abd al-Hakim Bukhari (ISN 493), un saudita mantenido en cautiverio por al-Qaeda por considerarlo un espía, quien fue liberado por las fuerzas armadas de los Estados Unidos de una prisión Taliban para luego enviarlo, sin explicación, a Guantánamo (junto a otros cuatro hombres liberados de dicha prisión) es catalogado en los expedientes como un miembro de al-Qaeda, y un testigo confiable.

Abd al-Rahim Janko (ISN 489), un sirio kurdo torturado por al-Qaeda por considerarlo un espía, y después prisionero de los talibanes junto con Abd al-Hakim Bukhari, cuya historia se menciona arriba, también es utilizado como testigo, aún cuando su estado mental era considerado inestable. Tal y como su evaluación lo indicara en Junio de 2008 “El detenido está incluido en una lista de detenidos de alto riesgo desde el punto de vista de la salud... Él padece muchos problemas médicos crónicos. Tiene un historial psiquiátrico de abuso de sustancias, depresión, trastorno límite de la personalidad y previos intentos de suicidio, motivo por el cual está en observación por el equipo de salud encargado de monitorear su comportamiento, para tratamiento."

Estos son solamente algunos de los casos más obvios, pero alertan a los lectores ya que ellos son citados de forma repetida en lo que pretende ser las pruebas del gobierno, y debería ser, como resultado, muy difícil no arribar a la conclusión que la prueba construida por el gobierno es fundamentalmente débil y escueta, y que lo que revelan los expedientes de Guantánamo es, primeramente, que solamente poco más de una docena de prisioneros están genuinamente acusados de estar involucrados en terrorismo.

El resto de los documentos, examinados a detalle, nos muestran a hombres inocentes y hasta niños, capturados por error, o soldados rasos de los talibanes, no relacionados en forma alguna con el terrorismo. Es más, muchos de esos prisioneros, fueron de hecho vendidos a las fuerzas armadas estadounidenses, quienes habían ofrecido jugosas recompensas por sospechosos de al-Qaeda y el grupo Taliban, por sus aliados afganos y paquistaníes, una política liderada por el ex-Presidente Musharraf tal y como lo indica en sus memorias del año 2006 tituladas “En la línea de Fuego” relata que a cambio de entregar 369 sospechosos de terrorismo a los Estados Unidos, el gobierno de Pakistán “fue beneficiado con cuantiosas transferencias que suman millones de dólares”.

Datos incómodos como éstos no se revelan en las deliberaciones de la Fuerza de Tarea Conjunta, pero son cruciales para comprender la forma en la que esta colección de documentos fue elaborada. tratando de dar soporte y sustancia a la retórica que usa el Gobierno para referirse a Guantánamo y los horrores de los sospechosos terroristas - la misma retórica del terror que ha paralizado al Presidente Obama y que ha hecho que recobren su vitalidad las políticas del miedo en el Congreso de los Estados Unidos.

De hecho, los documentos confirman exactamente lo opuesto: la anatomía de un crimen de colosales dimensiones perpetrado por el Gobierno de los Estados Unidos en contra de 779 prisioneros quienes, en su gran mayoría, no son terroristas ni nunca han estado involucrados en terrorismo, contrario a lo que el Gobierno de los Estados Unidos quiere hacernos creer.

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