lunes, 17 de octubre de 2016

Trump vs Clinton: Carrera por la White House

El primer debate presidencial entre Trump y Hillary fue un show para los televidentes
Las elecciones, programadas para el 8 de noviembre se realizarán en medio de la crisis y el descreimiento del pueblo hacia los candidatos. Hasta hace dos meses el 57% de los votantes no simpatizaba con ninguno de los dos candidatos. Algunos en este sector escéptico votarán a Hillary Clinton contra Donald Trump, o a la inversa. Pero seguirán desconfiando.
Bajo el gobierno de Obama, EEUU ha continuado padeciendo una larga crisis económica y el deterioro de las condiciones de vida de los sectores populares. Se ha agravado la brutalidad policial y los asesinatos racistas. Ciudades industriales son hoy ciudades completamente fantasmas, pues las empresas se llevaron las fábricas a China o el sudeste asiático.
También ha habido luchas sociales, huelgas de trabajadores por un salario mínimo de 15 dólares la hora, fuertes movilizaciones de los negros contra los asesinatos racistas por parte de la policía, huelgas de maestros, etcétera. Todo esto precipitó un cambio en la conciencia popular. Tal y como vaticinaron las protestas de “Ocupa Wall Street”, por primera vez la mayoría de la población, incluyendo la gran mayoría de los trabajadores, está consciente de que los ricos son cada vez más ricos, y que las grandes empresas financieras y los bancos se han enriquecido con la miseria de la mayoría. Hay una incipiente conciencia de clase en algunos sectores, aunque confusa. A tal punto que Trump trata de presentarse como un candidato “independiente” de Wall Street, aunque es multimillonario y parte de esa corrupta clase dominante.
Todo esto se reflejó en el fenómeno de Bernie Sanders en las primarias, quien se presentó como “socialista” y, aunque perdió en las internas demócratas contra Hillary Clinton, logró 13 millones de votos y 3 millones de donaciones a su campaña, en especial entre los más jóvenes y sectores de trabajadores. Sanders apoya ahora a Clinton y se negó a impulsar un tercer partido de izquierda, masivo, contra los dos grandes partidos capitalistas imperialistas, el demócrata y el republicano. Pero difícilmente se detenga este movimiento. Hay otros partidos minoritarios hoy, como los verdes o los ultraliberales, pero el sistema electoral yanqui impide que lleguen a disputar realmente la presidencia.
Todas las encuestas indican que gane Trump o Clinton, habrá una mayoría popular que le rechace desde un comienzo, y es muy posible que esto se traduzca en crecientes luchas obreras y populares. Las ideas del socialismo y la noción de la lucha de clases están de vuelta en Estados Unidos, gane quien gane. Esto es importantísimo para los trabajadores de todo el mundo, pues los trabajadores estadounidenses pueden ser nuestros principales aliados para detener la mano asesina del imperialismo.


El show electoral
El primer debate presidencial entre Trump y Hillary fue un show para los televidentes. Se excluyó a los candidatos independientes y de partidos minoritarios. Se caracterizó por los ataques personales y trivialidades entre dos representantes de la clase dominante: un billonario racista y ultraconservador y una millonaria corrupta que apoyó la invasión de Irak y hoy está rodeada por personajes como Henry Kissinger.





Donald Trump: bocón, racista y quiere ser presidente de USA.




Hasta esta semana mi concepto del magnate norteamericano Donald Trump era el de un “bocazas”, algo así como un elefante en una cristalería, es decir un tipo que no tiene el menor reparo en soltar comentarios hirientes, dar declaraciones controversiales y lesionar honras. En fin, gracias a su dinero se jura el “rey del mundo”.






Pero, a pesar de todo aquello suponía que era un sagaz empresario, ahora hasta de eso tengo dudas. Trump es dueño de los derechos televisivos del certamen de belleza Miss Universo, y negoció los derechos de transmisión de dicha gala con la cadena punta de televisión hispanoamericana en los Estados Unidos: Univisión.


Sin embargo, cuando relanzó su postulación para ser el candidato de los Republícanos a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump arremetió contra la comunidad mexicana del “país del Tío Sam”, prácticamente los trató como parias cimentando su plataforma política. No es una novedad en las lides electorales norteamericanas tocar el tema de los inmigrantes.


Se conoce que la situación de los “ilegales” en Estados Unidos es un problema real que agrava la crisis laboral, así como la delincuencia. Aunque siempre sea más sencillo recurrir a un sesgo racista para ganarse simpatías en la contienda electoral. Mi tema no es ahondar en un lío que lleva décadas en el candelero.



Pero sí es oportuno dejar claros algunos aspectos, las ofensas del multimillonario son para la comunidad latina en los EEUU, no sólo deben molestarse los mexicanos, pues por añadidura también nos “mete en el saco”, por ejemplo, a los peruanos. Así que cuidadito con los que endiosan a Trump por estos lares.


Remitiéndome al inicio de esta columna, y al conflicto entre Donald Trump y Univisión. Me parece inexplicable que un hombre de negocios no entienda que tras sus desatinadas declaraciones hace imposible que una cadena televisiva que representa a los latinos en Estados Unidos decida cumplir con pasar uno de sus eventos.




Primero, es lógico suponer que tendría un rating bajísimo, pues la mayoría de la comunidad latina le haría un justo boicot al Miss Universo. Además, Univisión sería tachado por seguir respaldando a un sujeto que agravia de tal manera a su público mayoritario. No es viable transmitir su certamen, y es ridícula la pretensión de demandar por 15 millones de dólares a la televisora.


También, se entiende que el Partido Republicano nunca cometería la tontería de poner a un bravucón como Donald Trump de candidato a la Casa Blanca. Se imaginan las relaciones colaterales de todos los otros gobiernos al que este sujeto considere “pestes”. Vamos, le hacen caso por sus aportes monetarios y nada más.




Para liderar un país como EEUU se necesita por lo menos a un hombre con clase, y ese atributo no lo compra ninguna de las tarjetas doradas de Donald Trump. Él puede desayunar caviar, y un peruano cualquiera puede preferir un pan con chicharrón, y sin embargo seguro que tiene más “clase” que el magnate. Yo le diría: “Despedido” como solía retirar a los participantes de su show El Aprendiz.

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